Los berrinches son rabietas que se manifiestan de múltiples formas, pero lo más característico es un llanto fuerte que aumenta su intensidad si el bebe-niño no alcanza los resultados que espera de los adultos. El llanto va acompañado de conductas como: tirarse al suelo de bruces cubriéndose el rostro, pataleos, arrojar objetos, empujones o pellizcos cuando se intenta contenerlos físicamente. Los berrinches tienen la particularidad de no manifestarse sino en presencia de otra persona, especialmente de los padres.Es una verdadera puesta en escena por parte del niño, dedicado exclusivamente a la mirada y la emoción del padre espectador, tal es así que nunca se da cuando el niño se encuentra circunstancialmente solo por ej. jugando en su cuna o en el cuarto. Si el adulto presta especial atención, observará durante el pataleo, llanto u ocultamiento del rostro, que el niño fugazmente mirará de reojo a fin de constatar la presencia de su espectador y el impacto que está causando. Las peores sensaciones de los padres sobrevienen cuando la puesta en escena transcurre dentro de un contexto social, por ej. en la calle, en un supermercado, en casa de amigos o en el propio hogar en presencia de las visitas. En materia de crianza no deja de sorprender lo rápido que “se aconseja” y “se juzga”. Los padres se sienten presionados por el “qué dirán?”, temen qué pensaran de ellos como padres y qué opinión tendrán acerca de su hijo. Aunque resulte difícil sostener esa compleja situación, nunca se apresuren en censurar o castigar al niño; este presenta una suerte de inmadurez emocional para entender la revolución que le implica el proceso de dependencia-independencia respecto de sus padres. Está conociendo sus capacidades y limitaciones, se encuentra experimentando nuevos recursos de relación y es probable que en esa etapa cuente con un vocabulario reducido como para indicar exactamente qué le sucede y/o necesita. Cuando el berrinche se da en un contexto social es posible que las personas opinen: “que caprichoso que está”, o sean los propios padres quienes justifiquen semejante despliegue escénico diciendo: “es que últimamente está tan caprichoso….”, “no hace caso”. Las manifestaciones del berrinche frecuentemente se asocian a “caprichos” que pueden aparecer fortuitamente cuando de pronto al niño se le ocurre hacer u obtener algo en forma inmediata y se esmera por conseguirlo. El berrinche se presenta como respuestas ante un límite o ante la inminente separación transitoria de la mamá o del papá cuando salen a trabajar por unas horas. El bebe - niño que está afianzando su personalidad intenta imponer su deseo, prueba el alcance de su poder frente a los límites que imponen los adultos y se rebela contra aquello que desea lograr y le es restringido. Los berrinches reflejan una etapa del desarrollo emocional, es por eso que todos los bebes-niños atraviesan esta situación y es saludable desde el punto de vista de su evolución y de la estructuración de su psiquis. Ello no significa que para los padres sean situaciones harto difíciles de afrontar y sobrellevar, pero sería preocupante si un niño pasara por alto estas manifestaciones en el devenir de sus primeros años de vida. A medida que el niño capitaliza las herramientas necesarias para depender cada vez menos del adulto sobreviene una ambivalencia entre: “yo decido por mí mismo” “nadie dice lo que quiero hacer” vs. “mamá/papá aún los necesito cerca”
Quisiera detenerme especialmente en este punto ya que la baja tolerancia a la frustración no aparece repentinamente. Ningún niño nace con tolerancia a la frustración o con capacidad para esperar tal como sus padres quisieran. No son capacidades que se aprenden de un momento a otro ni que responden a fórmulas únicas para logar su aprendizaje. Nunca debemos perder de vista que el bebe-niño es un ser en formación y transformación constante y que además de contar con su estilo personal; las experiencias que el medio le ha brindado hasta el momento, dejan una impronta en su forma de ser y de relacionarse. Si los padres siempre han respondido de inmediato a los requerimientos, el bebe-niño no ha tenido suficiente experiencia para crear su capacidad de espera que está íntimamente relacionada con la capacidad de frustración y tolerancia. Cuando la capacidad de espera/frustración se experimenta paulatinamente, en etapas en las que el niño está preparado para soportarlo e integrarlo como parte de la vida de relación, se va aprendiendo y aprehendiendo a esperar sin perder la confianza en el otro-adulto, quien es capaz de retornar para satisfacerlo y cuidarlo. A veces son los padres, quienes no toleran escuchar llorar al bebe-niño y no poseen la capacidad de espera suficiente cuando prueban nuevos recursos y terminan apelando rápidamente a los ya conocidos: Los niños no aprenden a partir de castigos, algunos podrán modificar sus conductas por sometimiento y temor pero no habrán realizado ningún aprendizaje positivo sobre ellos mismos ni sobre sus padres. Castigarlos sería un grave error y la desilusión que esto provoca en los niños junto con la pérdida de confianza en los progenitores “a prueba de todo”, provocaría un viraje en la vincularidad con huellas a largo plazo. Cuando los berrinches se reiteran en el día y en contextos sociales, generan mucha desazón, impotencia y ganas de renunciar “ahora” a la paciencia. Si el adulto se violenta emocionalmente, actuará con violencia. El “chirlo” es violencia física, pero hay que ser conscientes de lo que se denomina violencia psíquica, que se ejerce a veces sin intención a través de frases como: “no te aguanto más”, “eres insoportable”, “por qué me haces esto”, “ojalá te callaras para siempre”, “si no te callas te pego”, etc. Luego que la rabieta se haya resuelto, los padres que han expresado frases similares se sienten muy culpables llegando al punto de evitar la aparición de nuevos berrinches; la evitación tampoco es solución. Es esperable que el niño “desespere” aún más si observa que los padres se mantienen tranquilos en su tesitura del no, pero que a pesar de todo no dejan de amarlo y permanecer cerca para atender otras necesidades. A su tiempo el niño comprenderá este mensaje.
Las estrategias deben formar parte de un acuerdo entre ambos padres y convivientes en la casa. El auge de los berrinches se da alrededor de los 18 meses y hasta los dos años y medio.
Lic. Paula Landen
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