"Todo escenario predecible permite actuar con protagonismo y libertad. El mundo es lo suficientemente imprevisible para el niño pequeño, como para delegar en él, las decisiones en situaciones de supervivencia como alimentarse y dormir. En los primeros años, necesita desarrollarse desde el cuidado organizado. Así como "somos lo que comemos", también la noche es el reflejo de nuestras experiencias vividas y la calidad de la vigilia, depende de nuestro adecuado descanso. Nada en nuestro vivir está deshilvanado, las hilachas de lo cotidiano son hilos sueltos que, si no los cuidamos, debilitamos la trama."

Landen Paula

Construyendo hábitos en la Primera Infancia

Los hábitos son comportamientos aprendidos en relación con la vida diaria, como la alimentación, el sueño y la higiene. Desde la educación y la salud se promueven hábitos saludables como la actividad física, la alimentación saludable o la prevención de adicciones. Existen hábitos sociales que son inherentes a cada cultura. Algunos se organizan, se consolidan o erradican como modas y varían a lo largo del tiempo, mientras que otros permanecen como valores casi intactos formando parte de la identidad social.

Establecer hábitos les permite a los niños y a las familias, transcurrir con armonía las actividades que acontecen todos los días inevitablemente, y cuando no logran incorporarlos, se produce una suerte de "batalla campal". "Es difícil que se siente a comer, lo tenemos que perseguir", "A la hora de dormir ya nos ponemos nerviosos, empieza la negociación o la rebeldía", "No quiere abandonar el dispositivo para ir a bañarse", son frases muy comunes en boca de madres, padres y cuidadores.

Por cumplir una función organizadora en la vida diaria, los hábitos no se eligen ni se negocian, se enmarcan dentro de la educación intrafamiliar a partir de cierta escala de valores y de la información adecuada en relación a la salud física y emocional. Si bien se construyen sobre estructuras más o menos fijas, deben flexibilizarse según las etapas evolutivas o circunstancias particulares, por ejemplo, si el niño/a se enferma, inicia el jardín o la madre se ha reincorporado nuevamente al trabajo. Los hábitos no son conductas innatas y no se adquieren "porque sí", requieren de un aprendizaje y el éxito de este proceso radica en la participación activa por parte del niño y sobre todo, si se convierten en vivencias placenteras.

Si bien los niños y niñas no eligen si llevar a cabo o no determinado hábito (corresponde la decisión al adulto responsable de la crianza) sí pueden participar sobre "el cómo"; por ejemplo: para lavarse los dientes pueden decidir quién lo acompañe o quien llena el vaso para el enjuague bucal o qué libro leer antes de dormir. Cuando niños y niñas en etapa preescolar participan en esas tareas con cierto grado de responsabilidad, se involucran con mayor placer, aceptación y motivación para volverse autónomos.

Por ejemplo, si niños y adultos co participan para preparar la comida o poner la mesa, este simple acto de repartir los cubiertos de todos los miembros de la familia, los ayudará a descentrarse de su mundo más egocéntrico, para pensar en otros integrantes quienes, a su vez, valorarán su colaboración

Los hábitos pueden plantearse como un "simple trámite", eso se da cuando los adultos referentes se ponen en "automático" para resolver lo que hay que hacer, y muchas veces, terminan haciendo por los niños sin alentarlos a hacer cosas por sí mismos, o bien enuncian lo que hay que hacer sólo como obligación. Generalmente los niños renunciarán a otros intereses (por ejemplo si están jugando) si encuentran una motivación ligada a una experiencia placentera.

Por ejemplo, al momento de dormirse, mamá o papá se quedarán a su lado cantando una canción, o haciéndoles algunos mimos relajantes, garantizando la presencia y compañía.

Algunos recursos lúdicos son muy útiles en función de la organización y el aprendizaje, pero el juego y los hábitos son dos actividades diferenciadas. Se espera que el hábito se torne en algún momento habitual en la vida diaria, pudiendo progresivamente desprenderse de los recursos inicialmente utilizados, como también de la compañía de sus madres y padres para lograrlo en forma independiente.

La construcción de los hábitos requiere de una inversión de esfuerzo, es deseable planificar los tiempos necesarios, esto implica: tiempo sin apuros, concibiéndolo como un proceso en el que niños y niñas, para cada uno de estos aconteceres cotidianos: alimentación, higiene, descanso, vestido y desvestido, tendrán un período de internalización diferente. Intentar un ritmo veloz y operativo (para los adultos) generará tensiones en el vínculo y posible fracaso.

Una vez incorporados los hábitos, también tendrán un impacto positivo en la socialización, porque se relacionan con normas y expectativas sociales, sobre todo en lo que respecta a la alimentación, teniendo en cuenta que rara vez los niños en edad preescolar o escolar comen solos, ya que se enmarca en una actividad compartida de intercambio y comunicación.

Rituales para crear hábitos

Uno de los recursos más efectivos para construir hábitos con los niños son los rituales, que se entienden como actividades que se desarrollan manteniendo una secuencia temporal, espacial y de acción siempre idéntica.

¿Qué promueve la ritualidad?
Organización
Anticipación
Seguridad
Autonomía

Cuando los hábitos se organizan alrededor de un ritual, los niños y las niñas:

  • Saben de qué se trata
  • Puede anticipar la secuencia en tiempo y espacio
  • Se predisponen con una actitud positiva
  • Los aceptan y participan

Se sienten seguros de:

  • Lo que hay que hacer
  • Qué se les está proponiendo
  • Lo que se espera de ellos

Algo muy importante: los niños y las niñas están liberado de tener que decidir o negociar.

La constancia diaria promueve aprendizaje y dominio de sus habilidades motrices y de planificación. Este dominio funda sentimientos de seguridad y autonomía y, paulatinamente, irán prescindiendo de la ayuda externa para autovalerse.

José, papá de dos niñas, las llevaba al cuarto "a caballito" para dormir por las noches y les cantaba:
"Vamos a ca-ba-lli-to a hacer lu-li-to, un besito a mamá, otro a la hermanita, otro a papá y a des-can-sar".

En este ejemplo, observaremos que el ritual mantiene el carácter lúdico de participación y placer antes mencionados. Para el traslado "a caballito" cada niña decidía dónde se subirían para trepar en la espalda y en qué orden saludarían a los integrantes, este recorrido de despedida anunciaba la retirada hacia el sueño, quedando finalmente tranquilas en el cuarto para dormir.
Cuando los niños disfrutan de los rituales dejan de vivirlos como obligatorios, ajenos o como una renuncia a hacer otra cosa, y esos momentos quedan grabados en la memoria de la infancia y de la crianza. Lejos de desencadenar resistencia, se convierten en acontecimientos esperados.

Fuente original: Interacciones Tempranas - Prohibida la educación a distancia" Landen Paula (2013) Buenos Aires. Editorial Albatros.

Texto adaptado por Landen Paula (2024)