A medida que los niños crecen la comunicación más valorada e implementada cotidianamente es la verbalización; el contacto corporal entre adultos y niños va mermando, especialmente con los hijos varones, en una sociedad en la que todavía quedan resabios de un inconsciente colectivo machista; sin embargo ninguna palabra, diálogo, consejo, contención verbal reemplaza el efecto de seguridad afectiva que implica el sentir que alguien nos pasa una mano por el hombro o nos brinda un abrazo afectuoso.

El contacto mantiene un importante valor a lo largo de todo el ciclo vital ya que siempre confirma la aceptación de otras personas hacia nuestra persona.


Es significativo el incremento de comportamientos y conductas disfuncionales que se manifiestan corporalmente en niños de edad escolar: alto grado de tensión corporal, dificultad para quedarse quietos, conductas impulsivas que lo ponen en riesgo, dificultades para conciliar el sueño.

Para niños pequeños y especialmente para niños en edad escolar es muy recomendable un abordaje terapéutico basado en la combinación de técnicas de relajación terapéutica, utilizadas en la terapia psicomotriz y el complemento del masaje.
A través de estos recursos el niño podrá incrementar el conocimiento y la conciencia de su propio cuerpo por efecto de estímulos propioceptivos y la posibilidad de trabajar sobre niveles de abstracción, en tanto representación de su cuerpo.

Frente a niños que presentan características de hiperactividad, la posibilidad de lograr la quietud, mantenerla y disfrutarla requiere de un proceso de trabajo y aprendizaje. En estos casos las sesiones se inician con juegos de movimiento para pasar luego a la quietud utilizando las técnicas y recursos específicos.

La hiperactividad con frecuencia va acompañada de déficit de atención, por lo tanto el trabajo en relajación terapéutica y/o el masaje colaboran en aumentar los tiempos atencionales del niño ya que, ambos recursos, presentan una secuencia de implementación. A medida que el niño se familiariza y re-conoce la sucesión de cada paso logrará una acomodación temporo- espacial: secuencia de realización en concordancia con las partes del cuerpo implicadas.
Aprenderá a anticipar: principio, desarrollo y finalización, incrementando su capacidad de espera para volver a moverse.

Los niños de los cuales se dice “no pueden parar” son aquellos que no logran autorregular las tensiones del cuerpo, presentan un aumento constante de tensión sin posibilidad de encontrar un camino de liberación efectiva, aparecen reacciones de impulsividad; que se expresan abruptamente, sin que el niño las planifique. Muchas veces causan “problemas” de relación con compañeros o adultos; y lo más penoso es que el niño luego del hecho, no se reconoce en su accionar, ya que son reacciones intempestivas carentes de planificación e intencionalidad.



Cuando el niño presenta estos comportamientos, tanto los adultos como sus pares, suelen estar tensos y molestos, el niño deja de sentirse “aceptado”; por lo tanto el contacto corporal saludable repara esos sentimientos de rechazo y de distancia que se traducen en pensamientos como: “nadie quiere estar cerca mío”

La tensión se incrementa con sentimientos de culpabilidad
y su autoestima se debilita.

A través del masaje el niño toma conciencia de su cuerpo en tanto límite y frontera; esta vivencia le permite organizar su accionar sin necesidad de buscar en forma inadecuada los límites fuera del cuerpo al punto del riesgo, le servirá tanto para el cuidado del cuerpo como para el cuidado de las relaciones afectivas.


A través del trabajo en relajación el niño logra aprender
de la quietud otra forma de experimentar la acción

Transcurrido parte del proceso terapéutico el niño podrá organizar la secuencia de masaje; esto implicaría:

  • Registro del estado del propio cuerpo
  • Organizar las sensaciones para la expresión verbal
  • Establecer la secuencia del masaje reparador
  • Entregarse a la relajación.

El masaje tiene un valor inmenso para los niños ya que aprenderán ellos mismos,
a conocer, respetar y cuidar su propio cuerpo y su persona
transfiriéndolo en las relaciones con los demás.