Los nombres no son producto sólo de la cultura, sino también de las modas… Los llamados cabestrillos, quepinas, chales ó aguayos en Argentina, han tomado el nombre de mochilas para bebés y los últimos años estas mochilas están siendo desplazadas por los “portabebés” que no son sino, una réplica de los cabestrillos pero con modernas telas, ganchos seguros que reemplazan los nudos manuales y rellenos de guata haciendo del “portabebé” un lugar más confortable y anatómico. La diferencia radical entre una mochila para bebé y un “portabebé” es que la mochila por su diseño, hace que el bebé adopte con sus piernas una posición antinatural: las piernas separadas por una tela que le atraviesa la entrepierna, siendo esta separación más amplia y rígida que la que genera el pañal. El bebé además permanece en forma vertical y no tiene posibilidad de juntar sus brazos, quedando generalmente a los lados del cuerpo. El “portabebé” en cambio, le permite adoptar al bebé una posición “como si estuviera en brazos” acunado, sus piernas y brazos quedan más libres, el peso del cuerpo modela la tela y el bebé recibe sensaciones de sostén seguro ya que queda envuelto y ceñido (sobre todo los primeros meses).
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